A propósito de la obra de Nora Correas

Por Corinne Sacca Abadi


En psicoanálisis nos interesamos por los procesos sublimatorios del artista y lo sublime, según Lyotard, es justamente lo que no se puede representar. El esfuerzo sublimatorio implica hacer las transformaciones necesarias para que lo innombrable (al menos parcialmente) surja en una obra, implica la construcción de construir metáforas. El arte desafía imposibles y promete siempre lo que no puede cumplir, nos seduce y frustra poéticamente, juega con nosotros, con nuestro deseo y la eterna prohibición. Nos enfrenta no sólo con lo prohibido que logra transgredir, de allí su aspecto revolucionario, sino que además el arte articula también lo imposible. Por eso nos fascina porque nos remite a lo más deseado, lo más temido y nos invita a no renunciar a los imposibles. ¿Qué más le podemos pedir?

Nora Correas es una artista mendocina nacida en 1942, comenzó su formación plástica al lado de su padre que era director de la Escuela de Bellas Artes de Cuyo. Luego estudió pintura con el pintor Juan Batlle Planas. Desde sus comienzos se interesó por el mundo de las fibras, las texturas ejercen particular fascinación en ella orientándola hacia un arte vinculado a lo textil. Una notable sintonía con la materia revela que lo táctil es protagonista de su encuentro con el arte. La artista Eva Hesse introduce la idea de que la mujer se expresa mejor a través de lo táctil que por la mirada que se inscribe según ella más dentro del estilo masculino. Hesse también trabaja con géneros, se ocupa de las texturas que “hablan” desde el interior con códigos que parecen muy propios del mundo femenino.

El diseño textil practicado por Correas es absolutamente heterodoxo, del tapiz plano evoluciona velozmente hacia el uso del volumen. Con ellos realizó trabajos de dimensiones monumentales. En tiempos del horror político abordó la temática desde su propia visión. Preparó entramados que parecían articular agujeros negros y pliegues, como un entrecruzamiento de vivos y muertos. Crea complejas estructuras de materiales y colores de intensa capacidad expresiva alcanzando a menudo lo espectacular, ha llegado a construir verdaderos “environnement” textiles.

El uso del tejido tiende una honda relación con el tiempo, el paso del tiempo, tejer, urdir la trama, entrelazar, anudar. Correas creó esculturas blandas, en las que no había narración, se trataba de rescatar la emoción y despertar sensualidad. El color también ejercía una fuerte atracción.
En su hacer Nora está profundamente conectada con su interior en un estado de meditación, fluctúa entre mantener la mente en blanco, como vaciada de contenidos y la vitalidad urgida por el hacer espontáneo y febril. Otras veces aparece reconcentrada en su propia secuencia de asociaciones, como quien va urdiendo una historia, una dramatización, una puesta en escena. La actitud de la artista es laboriosa y denota grandes intensidades.

Hay un eje que sostiene su energía creadora, la presentación de temáticas utópicas con una marcada revitalización del mundo espiritual. Una reivindicación de la naturaleza vinculada a los orígenes y una búsqueda de belleza basada con en los cánones de buena proporción, sino que su búsqueda tiene que ver con la belleza de lo verdadero aunque provoque reacciones de angustia o temor en el espectador. Es un planteo donde la ética prevalece sobre la estética. Hay una ética de la creación que es la búsqueda de la verdad. Aunque no sea bella, si es verdadera golpea, sorprende, conmueve y… alivia.

La relación con la naturaleza es desde el interior de sí misma desde la materia misma, desde su propio cuerpo, y con el cuerpo social como un todo indisoluble, que conecta su obra con los rituales mágico-religiosos que dieron origen a las primeras obras de arte rupestre y tribal.

Su obra hace referencia a lo absoluto. «La existencia de la vida es sagrada» dice. La relación con los animales no considerados como seres inferiores sino que se intenta registrar la sabiduría de ciertas conductas animales oponiéndolas a la sinrazón humana. “El animal más depredador es el hombre” insiste. Se produce una circulación entre la naturaleza, los animales, la tierra, cierta conciencia planetaria, la comunión con el universo y temores profundos sobre el futuro, un vértigo que logra exorcizar a través de su producción artística.

Sus esculturas blandas responden a una estética propia del primer Barroco, del Barroco histórico, a través de ellas Correas recrea el pliegue, tema tan querido por Gilles Deleuze. Es un pliegue que se repliega, se despliega y retorna hasta el infinito. Leibniz habla de los pliegues en la materia y en el alma. La materia es protagonista en el lenguaje barroco (así como el Gótico subrayaba los elementos de la construcción). El pliegue, lejos de constituir un adorno, produce una aventura espiritual, hay un fetichismo del objeto perdido que desesperadamente se busca entre los pliegues, es el encuentro imposible. La noción de infinito en el Barroco acerca una clave para acceder a lo incognoscible, es el eje de lo irrepresentable. El psicoanálisis ha dejado constancia de que hay una ausencia-presente en cada producto cultural, en cada sueño, en cada síntoma.

A finales de los 80 amplía su práctica con la utilización de nuevos materiales ajenos al mundo del arte introducidos con audacia, convierte la fibra en elemento rígido y la reemplaza por alambre, madera, cuero, crines y vidrio.

En su instalación Cara y Ceca realizada en 1989 para la III Bienal de Cuba trabaja con las nociones de anverso y reverso lo cóncavo y lo convexo lo vertical y lo horizontal lo blando y lo duro todo es recorrible. Lo femenino y lo masculino.

En 1990 con las armaduras Cota, capa, casa, cosa plantea nuevamente las opciones adentro-afuera, duro y blando, suave-áspero, brillante y opaco. Hace referencia a los miedos universales.

El hábitat es refugio para nuestro cuerpo, es casa, caverna, chaleco, el arcaísmo de Correas denota una honda preocupación por recuperar lenguajes primarios vinculados a vivencias tempranas. La casa es un significante sobredeterminado que marca las carencias del sujeto, éste cae de su lugar único descentrado.

Ora Pro Nobis (1992) es una barca realizada en pergamino que se expuso por primera vez en España en la feria de Arco en 1992. Se celebraban los 500 años del descubrimiento de América, la artista intenta devolverles a los españoles una mirada distinta sobre nuestro continente. Bordean la barca cabezas de animales americanos en vías de extinción, adentro como una ofrenda en un altar hay 50 (sin cuenta) corazones que son réplica exacta de los humanos. Se trata de despertar el sentimiento, recuperar el amor. En el tallado de las cabezas de animales Correas despliega una extrema minuciosidad, casi diría preciosismo.

En este mismo año realiza también Sangre, sudor y lágrimas. Una vez más retoma los orígenes, el huevo, el mito, los rituales de purificación, la búsqueda de las esencias, lo trascendente de la experiencia humana. Los chalecos ofician de receptáculo como antes lo hacían las casas, son corazas y santuarios, adentro la espina de un pez erguida como un obelisco, un huevo gigante, clavos, vidrio, y el pigmento de color evoca nuevamente lo primario.

En 1994, en ocasión de las Jornadas Internacionales de la Crítica presenta Recordando a Damocles, instalación que genera la sensación de tener todas las cuchillas del mundo a punto de caer sostenidas por un fino hilo que nos recuerda una vez más nuestra absurda fragilidad. El uso del espejo aumenta la sensación de abismo, de pérdida del sostén, no hay suelo bajo los pies. Las hormigas en la iconografía de Correas refieren una interesante cantidad de simbolizaciones, desde la masa como organización social, las jerarquías, nuestra convivencia con ellas, son chiquitas y podemos sentirnos fuertes pero cuando se unen lo devoran todo.

En 1995 presenta Veo, veo… La instalación marca un recorrido al espectador: de entrada éste se enfrenta con las miradas de 250 niños fotografiados en ambas paredes laterales. Estos futuros adultos, observan atentamente, como testigos mudos que registran implacables el mundo que los rodea y nos interrogan acerca de él: ¿Es éste el mundo creado por sus padres? En el centro de la sala, montado sobre un pedestal cubierto por lingotes de oro, vemos un coche-cuna dorado. A cada lado, en las paredes hay poesías manuscritas con la furia transgresora del grafiti. Me asomo para ver dentro del cochecito: no hay bebé; el impacto es intenso; acaso no habrá niños sobrevivientes de la catástrofe anunciada? Una vez más son ellas, las eternas cucarachas que se adueñaron del espacio. Más exitosas que el mismo Fausto, circulan con natural desparpajo. Las cucarachas, nos llevan varios siglos de ventaja en flirtear con la inmortalidad, sobreviven adaptándose hasta resistir los mayores desastres nucleares.

Aquellos coches de paseo constituían hace 30 ó 40 años un símbolo de pertenencia a las clases privilegiadas, a menudo eran arrastrados por una prolija mujer vestida de blanco, que hacía las veces de madre mercenaria. Los lingotes de oro hacen referencia al tema del poder en esta sociedad caníbal, donde la supervivencia individual parece directamente ligada a adaptarse lo más rápidamente posible a los vertiginosos cambios, el precio de mutar nuestra naturaleza cual cucarachas. Correas denuncia el horror, exige su reconocimiento. Reivindica el cambio original para modificar este estado de cosas. Sabe del escepticismo contemporáneo saturado de indiferencia, pero insiste. Las poesías corresponden a Rudyard Kipling y a María Negroni.

En 1996 realiza Con los ojos abiertos, exposición retrospectiva en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta donde Correas reunió obras e instalaciones de los últimos siete años. La artista logró crear un clima extraordinario en la sala. Resultó evidente que su arte expresa un profundo amor por lo ancestral, los orígenes, lo primario, lo universal. Hay obras que se erigen como monumentos recordatorios, de sucesos que presentimos entre confrontaciones tribales y rituales protectores y amenazantes. La artista ha creado una bisagra para la articulación de opuestos y complementarios. Un apartado especial merece el uso del color en Nora Correas; los pigmentos rojizos, oxidados y sus azules (una cita de Yves Klein), impregnan todo de un clima irreal, pero reconocible. Desde el título “Con los ojos abiertos” insiste con la actitud de advertencia, alerta e inquietud, quiere despertar conciencias.

En la muestra hay varias instalaciones, entre ellas La Rosa Azul en la cual utiliza simbólicamente el color azul Klein, de la rosa azul del poeta Novalis, símbolo de lo espiritual para Correas, siempre en unión con la materia y Lingas, instalación en la que utiliza por primera vez la superficie lisa; hasta ese momento construía cada superficie por acumulación de pequeños elementos. Con Lingas realiza una apropiación de la representación del dios Shiva, símbolo de la vida y la muerte. Son íconos que se usan para representar la unión de los opuestos, lo masculino y lo femenino “me chocaba terriblemente en India este objeto que me parecía un monumento al falo; cuando empecé a leer, entendí que los hindúes buscan el entero, el todo, sus dioses tienen parte femenina y parte masculina”.

En 1998 y en ocasión del día internacional de la mujer, realiza Make your own baby. En esta instalación Nora parte del tema de la manipulación genética, la clonación de animales y la posibilidad de clonar seres humanos o de elegir el color de ojos de los hijos. Dentro del coche-cuna de Veo, veo… ha puesto ahora bebés transparentes. Vuelve a la cuna-coche dorado como símbolo de poder, atrás hay estantes con una cantidad de frascos, dentro de ellos se exhiben opciones para elegir, color de ojos, de piel, de pelo y tres grandes embudos con corazones vacíos.

Durante este año Correas presenta cajas de madera dentro de las cuales ubica en hilera cantidad de insectos muy atractivos realizados en resina traslúcida tallados como cristal. Parte de la idea ambigua de existencia a partir de la transparencia, un objeto traslúcido puede desaparecer de nuestra vista, tener una suerte de existencia virtual, quedar intervenido por los otros objetos alrededor; aquí la artista ironiza con relación al tema de la desmaterialización del arte, un objeto transparente es como si negara la materia.